mil aromas

Si hay algo en lo que me destaco es la facilidad para reconocer olores, y éstos, muchas veces, me remontan a situaciones o momentos determinados, los cuales pueden ser gratos o no. También suelo imaginar el color y la textura que podrían tener. Por eso suelo estar muy atenta a que todo huela de manera agradable, tal vez sea éste uno de los motivos por los cuales no fumo.

Por ejemplo:

• El jabón blanco de lavar la ropa me recuerda a la casa de mi abuela, pero en verano.
• Los jazmines, a la navidad.
• Por mucho tiempo el desodorante rexona crytal y el pantene anti frizz, me recordaron a mi viaje de egresados.
• El aroma del perfume carolina herrera, el de la caja blanca con lunares negros, a mi mamá, aunque ya no lo use.
• Los claveles, a los muertos.

Pero el otro día caminando por cabildo, siento un olor muy particular, fuerte, penetrante, húmedo y concentrado, si tuviéramos que ponerle una textura, ésta sería una lana suavecita de trama pequeña y un color, podría ser verdoso tirando a amarillento, el cual me dejo en pausa por unos minutos, no entendía bien de donde venía, por mas que intentara no respirar y continuar la marcha, se me hacia imposible no putear a este hijo de un camión lleno de zorras sifilíticas. Que tipo desgraciado, asqueroso, con que impunidad se rajó ese gas lacrimógeno que lo dejó en evidencia siendo el único que caminaba delante mío, sin importarle lo mal que ya la estaba pasando con el frío que me engangrenaba hasta el alma pero no así la nariz, la cual se me había incinerando por completo, gracias al olor a culo rancio de cuerpo en putrefacción embadurnado, con ese splash de ambiente pedorro que ponen en todos los malditos locales de indumentaria de moda, como el típico de visita que te usa el baño y te tira desodorante para zafar el momento, no gracias, prefiero que enciendan un fósforo. Sumémosle a todo eso que me encontraba en la disyuntiva de morir por asfixia, entrar al puto a comprar alguna pastillita para la acidez que me hizo agarrar ese pedo o correr a casa y encender un sahumerio.
Decidí correr a casa, con la indignación de que no se puede ser tan cruel, ni se puede ir por la vida pedorreándose con tanta soltura. Qué mal que me la hizo pasar.